Ante la necesidad de establecer una reciprocidad respecto de la geometría del edificio preexistente con el que comparte el predio, el diseño de la Torre Oval resultó en un conjunto corporativo definido a partir de la relación dialéctica entre ambas piezas arquitectónicas, claramente diferenciadas entre sí aunque complementarias tanto visual como funcionalmente.
Al primer elemento de la torre, reflejo simétrico del edificio existente, se le yuxtapuso un cuerpo elíptico de cristal a través del cual se establecen las conexiones visuales con el exterior. El resultado fue un juego formal y tectónico de gran dinamismo que se reinventa con cada cambio de posición del observador. La combinación de concreto, vidrio, acero, madera y aluminio crea un singular lenguaje formal que refuerza la experiencia perceptual del usuario e imprime al proyecto un carácter ágil y contemporáneo.
En la parte central del volumen principal, una incisión recibe un cono invertido de cristal que contiene las escaleras y los elevadores. En términos funcionales, la incisión reduce la sección central de la planta para dar lugar a dos mitades que se pueden integrar o separar con relativa facilidad, según los requerimientos específicos de cada ocupante. Al mismo tiempo, su ubicación estratégica permite servir todo el edificio con un solo núcleo de circulaciones verticales.