El principal desafío proyectual de la Casa Santa Fe consistió en adaptarse a la caprichosa topografía del terreno y al mismo tiempo reforzar la privacidad de la casa sin perder la oportunidad de potenciar las distintas conexiones visuales con el contexto local. La casa se emplazó en la parte central del terreno, con lo cual se generaron áreas ajardinadas tanto al frente como en la parte posterior y se amortiguó el núcleo doméstico respecto de la calle y de las construcciones aledañas.
En términos compositivos, la casa se concibió a partir de la yuxtaposición de dos realidades geométricas contrastantes: por un lado, el rigor ortogonal predominante en el volumen central y, por otro, una serie de gestos de naturaleza lúdica y orgánica. Un gran muro curvo de mármol travertino color naranja irrumpe en el esquema rectangular de la planta, generando y articulando una secuencia de espacios en el sentido longitudinal del terreno. En su extremo anterior, este muro matiza el acceso y lo independiza respecto de la zona de estacionamiento. En el otro extremo, el muro se integra con la escalera central y ayuda a vestibular el área de la sala y el comedor, al tiempo que enmarca la vista del patio posterior, protagonizado por un vasto espejo de agua y una pieza original del escultor Jorge Yázpik.